Hace unos días conocí a Guillermina (no es su nombre real). Guillermina ha sido militante de un partido comunista desde hace más de 30 años. Cuando le preguntó que si del PCC o el PCE me da tumbos en su respuesta y no me deja nada claro.
Para ella su vida, su universidad y su familia ha sido el partido del que es militante. Su amor es el comunismo, su filosofía es el comunismo, su ética es el comunismo, su acción es el comunismo... Aix, me equivoqué, de esto último no estoy tan segura.
Cuando se habla de ciencia, te filosofea dando argumentos que ha aprendido entre las filas del comunismo, no conoce otros puntos de vista, pero tampoco le interesan ya que "la verdad" es el comunismo. Te da argumentos que hoy en día están descatalogados y su debate ha quedado obsoleto. Pese a ello, como ella está entre los (no) mandamás de su partido, quiere incluir este tema como un tema a tratar para un debate, pues de interés popular. Pero, resulta que se olvida de que al populus es algo que no interesa y ya no hay que debatir. Vive anclada en el pasado y en luchas de antaño.
Guillermina no habla de otro tema más que del comunismo. Te habla y te habla y te dice que de qué secta eres y que si también eres evangelista. A lo que le contesto, que de qué secta me decía ella que (ella) era? (haciéndome la tonta, como si no la hubiera escuchado en todo su discurso previo) y que los evangelistas eran Juan, Mateo, Marcos y Lucas.
Guillermina quiere que me meta de lleno en su partido, será porque cuando la conocí se me ocurrió la (tonta) idea de decirle que mi abuelo había sido militante comunista. Desde entonces, no para de dar por hecho que cada vez que me dice que vaya a sus actividades, iré o que le recoja firmas o que si abren una sede en mi ciudad, yo estaré al pie del cañón. Cada vez que la he visto, han sido dos veces, me come la cabeza todo el rato con esto. De su boca no sale otra conversación que no sea el comunismo y el filosocomunismear. Me tiene harta y aunque por mi cabeza la mayoría del rato pasa por decirle: "No me rayes más. Qué leches y qué leches voy a ser militante de un partido que se quedó anclado en el pasado y de un grupo que actúan al azar con lo que predican". Pero me juego que cuando vaya por la mitad de mi breve comentario, me haya desatendido y se haya puesto a seguir su discurso. Así mismo, me contengo, pues sé que quizás le dolería y, pese a que me haga perder el tiempo, dejo que hable. Ya que, aunque defiende a capa y espada el comunismo, nadie la viene a ver y a ninguno puede llamar amigo.
El otro día le dije que mi abuelo dejo el comunismo al conocer realmente a Dios, porque no se pueden servir a dos señores a la vez (Mateo 6:24). Algo que la dejó perpleja, pues ella me contó que su camino fue al revés, ya que había salido de un catolicismo amargo y dictatorial. Le dije que lo entendía, porque seguramente no habría conocido al Dios real y que lo que le habían enseñado era una religión al servicio de una dictadura facha. Se calló.
Guilermina no está bien, tiene uno de los muchos tipos de esquizofrenia, pero el psiquiatra en vez de contarle eso, le ha dado un nombre muy largo, menos etiquetador y estigmatizador, para que la ayude. Además, tiene fibromialgia. Tiene poco insight (no consciencia de su enfermedad), con lo que te seguirá taladrando sin darse cuenta de que su verborrea es patológica.
Así mismo, me da lástima e intento escucharla pacientemente y ayudarla en lo que puedo. Pero, cuando hace charlas interminables para que no vayas a la iglesia, pongo en duda que no sepa lo que se hace y apunto a cierto atisbo de maldad. Y cuando te das cuenta que, usa su enfermedad, para la manipulación y el acaparamiento, es difícil no pensar mal de ella.
Eso sí, cada vez que he visto a Guillermina, he salido de su casa con migraña y como si me hubieran dado una paliza mental de tonterías.
Gemma Ruiz.