No sé porque, pero cuando estoy estudiando es cuando más cosas me vienen a la cabeza para escribir... En fin, tendré que poner remedio, aunque primero tenga que pensar en cómo hacerlo, porque ni idea de hacer que mi mente pare.
Pensaba que, en ocasiones, queremos a las personas pensando en lo que pueden ser o llegar a ser. Tendemos a hacernos una idea de alguien, pero no vemos que, en realidad no es eso y que, en realidad, sí es otras cosas que quizás dejamos que pasen desapercibidas. No sabemos apreciar a las personas por cómo son realmente e intentamos buscar algo más. Buscar algo más, que quizás es lo que nos falta a nosotros y no a esa persona. No nos conformamos con simplemente amar a la persona que tenemos delante, con sus virtudes y manías o cosas malas. Preferimos amar a la persona perfecta que tenemos en mente, preferimos amar a nuestra idea de persona perfecta o a esa persona perfecta que todavía esta por venir, sin pensar que, quizás la persona perfecta para nosotros ya haya llegado.
Movidos por nuestras ideas y por lo que nosotros queremos y creemos que es lo mejor, buscamos. No dejamos las riendas a Quien le corresponde. El ser humano tiene demasiado miedo de verse a la deriva y no poder prever aquello que puede venir. Cuando no lo ve claro, prefiere mandar y controlar la situación por sus propio juicio, cuando lo correcto sería confiar en Dios y tirar para delante, pidiendo ayuda y dejándolo en Sus manos, porque para Él nada es imposible, TODO lo puede. ¡Necios de nosotros!
Tendemos a controlar el "cuando me venga a mí bien", "cuando sea el momento", "ahora no es el momento" y un largo etc... No viendo que quien es amo de nuestro tiempo es Dios. Nosotros no somos nadie, NADIE, para que andemos jugando con cuándo toca o no toca.
Si por un instante nos dejaran ver y entender el corazón y la mente de otra persona, ¡qué de cosas comprenderíamos y nos daríamos cuenta! Quizás la próxima vez que la viéramos pensaríamos dos veces cómo tratarla, haciéndola sentir que realmente nos importa, porque así lo sentiremos verdaderamente. ¡Qué rápido se nos olvida a veces de Quien somos hijos! Si nuestro cerebro recordara eso cada vez que hablamos con alguien, ¡cuántos se asegurarían de no dañar!
Pensaba que, en ocasiones, queremos a las personas pensando en lo que pueden ser o llegar a ser. Tendemos a hacernos una idea de alguien, pero no vemos que, en realidad no es eso y que, en realidad, sí es otras cosas que quizás dejamos que pasen desapercibidas. No sabemos apreciar a las personas por cómo son realmente e intentamos buscar algo más. Buscar algo más, que quizás es lo que nos falta a nosotros y no a esa persona. No nos conformamos con simplemente amar a la persona que tenemos delante, con sus virtudes y manías o cosas malas. Preferimos amar a la persona perfecta que tenemos en mente, preferimos amar a nuestra idea de persona perfecta o a esa persona perfecta que todavía esta por venir, sin pensar que, quizás la persona perfecta para nosotros ya haya llegado.
Movidos por nuestras ideas y por lo que nosotros queremos y creemos que es lo mejor, buscamos. No dejamos las riendas a Quien le corresponde. El ser humano tiene demasiado miedo de verse a la deriva y no poder prever aquello que puede venir. Cuando no lo ve claro, prefiere mandar y controlar la situación por sus propio juicio, cuando lo correcto sería confiar en Dios y tirar para delante, pidiendo ayuda y dejándolo en Sus manos, porque para Él nada es imposible, TODO lo puede. ¡Necios de nosotros!
Tendemos a controlar el "cuando me venga a mí bien", "cuando sea el momento", "ahora no es el momento" y un largo etc... No viendo que quien es amo de nuestro tiempo es Dios. Nosotros no somos nadie, NADIE, para que andemos jugando con cuándo toca o no toca.
Si por un instante nos dejaran ver y entender el corazón y la mente de otra persona, ¡qué de cosas comprenderíamos y nos daríamos cuenta! Quizás la próxima vez que la viéramos pensaríamos dos veces cómo tratarla, haciéndola sentir que realmente nos importa, porque así lo sentiremos verdaderamente. ¡Qué rápido se nos olvida a veces de Quien somos hijos! Si nuestro cerebro recordara eso cada vez que hablamos con alguien, ¡cuántos se asegurarían de no dañar!
Gemma Ruiz.
Para ti, desconocido.
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