2 de febrer del 2013

Música maestro: entró una genia.

Si veo una película por la noche o escucha música, me duermo. En especial, si me he levantado temprano.

Ayer por la noche fuí al Teatre Principal de Sabadell, fue improvisado. A 25 min de empezar el acto, mi hermana me llamó por si quería ir a escuchar música al Teatre, gracias a unas entradas que le daban en su trabajo de profesora de piano. En pocas palabras me quedé con: orquesta, pianista, Beethoven.
A correprisa, me planté en el Teatre, menos mal que mi casa no queda muy lejos. Las localidades no eran muy buenas, pero si te las regalan di que sí. Tan rápido fue todo, que no caí en coger un programa a la entrada. Menos mal que la mujer de al lado me prestó el programa y pude ver poco antes del comienzo, la estructura que iba a seguir. 

Después de hacer levantar a la mitad de la fila para sentarme en mi asiento (los pasillos eran muy estrechos, ya que con la remodelación quisieron aprovechar el espacio y poner más butacas), por fin había llegado. ¡Música maestro! Entró la orquesta y empezaron a dar golpes con los pies al suelo, llevando el ritmo de "We will rock you" de Queen, hicieron el coro. El director de la orquesta explicó que algunas de las piezas que iban a tocar nos recordarían las notas de esa canción. Acto seguido, la orquesta tocó espectacularmente canciones al estilo banda sonora. ¡Precioso! 

Y llegaron al descanso. Con lo que aproveché para bajar a buscar un programa. Otra vez, la fila tuvo que levantarse, menos mal que ya habían unos cuantos fuera. Volví con mi programa justo a tiempo. Cuando llegué habían traído el piano de cola al frente.

Uno a uno entraron los miembros de la orquesta, salvo algunos que sólo actuaron en la primera parte. Era el turno de la solista, la pianista Gabriela Montero. La venezolana entró en la sala con brillo y con cercanía latina, besó a la primer violín y el director. Cogió el micro y dió una breve introducción sobre la obra que iba a interpretar "Expatria", sobre la violencia y situación hostil que vive su país, un grito de auxilio, un revés a los demás países del mundo. No pude aguantar que se me cayeran algunas lágrimas, quizás recordando los relatos de los chicos venezolanos de la iglesia de Tenerife o el asesinato del padre de uno de ellos este pasado año.

¡Increíble, bárbara, qué elegancia tocando el piano!. ¡Cómo hablan las teclas que ella toca en el piano!. Y cuando miras sus manos, hacen delicados gestos sobre el teclado, ¡qué lindo! ¡Qué bonita historia la que contaba su melodía, qué buen empaste con la orquesta! 

A continuación interpretó una pieza de Beethoven, muy bonita, pero cuando llegó al adagio, me quedé dormida. Estaba tan tranquila escuchando, ¡qué a gusto! Pero ya con el rondó volvió el allegro y desperté.

Entre aplausos y aplausos que no encontraban su fin, la pianista salía una y otra vez al escenario para hacer reverencias en motivo de gratitud. Volvió a coger el micro y nos planteó un pequeño juego a los allí presentes. Se trataba de que el público tatareáramos alguna canción y ella improvisaría incluyendo el tarareo. La primera que el público tarareó: el estribillo del "Cant de la Senyera" y ella en un pis pas, sacó las notas de lo que le había cantado el público. A partir de ahí improvisó una nueva obra, ¡tremenda!
Los aplausos y bravos no se agotaban y volvió para seguir jugando con nosotros. Esta vez fue una nocturna de Chopin. ¡Qué maravilla! ¿A quién se le hubiera ocurrido mezclar y versionar una nocturna de Chopin con gotas de jazz, salsa y ritmos latinos? Gabriela Montero, una genia.

Gemma Ruiz.