2 de novembre del 2010

La Voluntad de Dios (I).

Es todo un reto escribir cuando te encuentras frente a una página en blanco y el portátil no te inspira, pues no es buen sustituto de papel y algo para escribir. Todavía con la resaca del viejo horario.

Desde siempre, algo que me causa mucha, pero que muchísima curiosidad es conocer la Voluntad de Dios, ya sea en mi vida o en aquellos que me rodean y me preocupan, así como también algunos de los acontecimientos que se refieren a la sociedad, el mundo.

Aunque en ocasiones he tenido clara evidencia que algo venía de Dios, hay otras que yo no sé verlas tan claramente. Hay ámbitos en los que saber si es o no Su Voluntad, saber si Él quiere o aquello que yo percibo como que quiere está movido por mis ganas, se confunden. En esos momentos, me encantaría que el Señor me despojara de mi subjetivismo para poder ver lo que Él quiere.

Por otra parte, a veces no lo entiendo, porque sé con firmeza que lo que quiero en mi vida es Su Voluntad y no la mía, pese a que me tenga que comer mi propio orgullo humano de querer disponer yo y controlar mi vida. Por eso no lo entiendo, ¿por qué si yo lo que quiero en mi vida es única y exclusivamente Su Voluntad, sigo equivocándome? Yo sé que Él nos deja libertad para escoger, pero mi elección es Su Plan, no quiero el mío, porque sé que fallaré.

Por eso, a veces, me frustro conmigo misma, por ser una imbécil que no sabe hacer las cosas bien y que no encuentra respuestas sobre cuál es la Voluntad de Dios en según qué ámbitos de mi vida.

Y sí, toda la teoría ya me la sé y ya hago lo que me toca hacer, pero es desesperante que todavía no sepa ver. A veces me encantaría poder charlar como lo hacía Abraham, Moisés, Elías, etc... con Dios. Porque quizás sería la manera de que mi torpe entendimiento pudiera comprender fácilmente Su Voluntad.

Algunas veces me gustaría poder mirar por una mirilla un resquicio del futuro para poder saber que aunque tenga que pasar lo que tenga que pasar, habrá una respuesta, la que sea, la Suya. Pero quiero saber.

Gemma Ruiz.

Deuteronomio 29:29. Las cosas secretas pertenecen a Jehová, nuestro Dios, pero las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, a fin de que cumplamos todas las palabras de esta Ley.