26 de novembre del 2010

Yahvé es mi Dios.

Hoy meditaba sobre el milagro de la vida. La idea vino a mi mente cuando leía un escrito que me pasó una querida amiga. El texto hablaba sobre lo que dejó escrito una mujer que murió de cáncer. Ésta explicaba lo que hubiera hecho si tuviera su vida para vivirla de nuevo. Pero voy al grano. La frase que me impactó fue esta: "En lugar de evitar los nueve meses de embarazo, habría atesorado cada momento y comprendido que la maravilla que crecía dentro de mí, era mi única oportunidad en la vida de asistir a Dios en un milagro".
Hace una semana, la madrugada del viernes al sábado, recibí un mensaje. C se ha puesto de parto, pero va para largo. unas seis horas después, volvía a recibir otro mensaje. Había nacido Elías, el hijo del que durante mucho tiempo fue mi mejor amigo (pufff, ser consciente de lo que acabo de escribir hace que me vea vieja :P, me estaré haciendo mayor?). En cuanto ví las fotos del bebé ayer, mis ojos empezaron a llenarse de lágrimas de alegría. Esa nueva personita ya estaba aquí, y estaba bien gracias a Dios.
Después de parar a pensar en estas dos cosas, me dí cuenta realmente de lo impresionante que es la generación de una vida dentro de una mujer. Del milagro que supone ser partícipe de esa nueva creación de Dios. Buff... sólo de pensarlo, se me pone la piel de gallina.
(Esto no quita que siga pensando que el hecho en sí de dar a luz sea asqueroso, que sí, que es muy bonito, pero todo lo que tiene que ver con la mera parte física, es asqueroso, repulsivo. Y eso que de momento sólo he visto fotos, cuando vea un vídeo ya... ni te cuento. En fin, a mí que me duerman entera y ya está).

Y me vino a la mente (para tí, Elías):

Gemma Ruiz.

Salmo 119:13-18. Tú formaste mis entrañas; me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré, porque formidables y maravillosas son tus obras; estoy maravillado y mi alma lo sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo, aunque en oculto fui formado y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar ni una de ellas. ¡Cuán preciosos, Dios, me son tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos! Si los enumero, se multiplican más que la arena. Yo despierto y aún estoy contigo.