24 d’abril del 2013

Pequeñas grandes personas.

Es bonito llegar a una clase y que todos se te queden mirando con cara de felicidad. Y con entusiasmo por saber tan sólo tu nombre.
Te alegra el día que una niña te abrace y se te quede abrazada, aún sin saber quién eres todavía o no hayas abierto tan siquiera la boca. Bendita inocencia!
Te sube la autoestima cuando una de esas pequeñitas te dice: "estás muy guapa", aunque vas vestida súper pordiosera porque no sabías qué ponerte y te has puesto lo primero que has pillado, un jersey de rayas rosas que no te gusta nada, pero que te saca de apuros cuando todavía no has puesto la lavadora y es lo que te queda limpio.
Me encanta conocer a cada una de esas personitas y poder descubrir su carácter, sus gustos e intereses. Me parecen tan fuertes y valientes cuando conozco su historia. Me sorprenden.
Son pequeños grandes luchadores, porque todavía en su cabecita se les está formando un montón de conexiones y a veces, no entienden qué les pasa, no saben qué palabras poner a lo que sienten o les cuesta dar una buena salida a sus emociones. Pero pese a ello, siguen insistiendo en aprender. Sólo necesitan que haya alguien que les pueda ofrecer esos valiosos instrumentos para que ellos puedan construirse.
Algunos están empezando a ser resolutivos, intentando buscar soluciones para los problemas en sus relaciones con los demás. Es tan curioso observarlos y ver las razones que se dan para solucionar sus cosas, a veces, parece que hubieran hecho un doctorado en mediación, son geniales.
Les encanta sentirse aceptados y parte del grupo. Les encanta que los mires y que les digas que te gustan sus obras. Si no los miras, corren a ti para enseñártelas hasta que lo consiguen. Son tan persistentes!
Te saludan por la calle y corren detrás de ti para ir contigo, aunque su abuela les espera por detrás. Te van contando cosas y te despiden diciendo adiós y hasta mañana.
Es impresionante ver que cuando les explicas porque no deben pegar ni devolverse si les pegan (porque a ellos tampoco les gusta que se lo hagan), si se sienten tentados a hacerlo, te miran antes y con sólo mover tu cabeza diciéndoles que no y ponerles cara de "ya sabes lo que hemos hablado", controlan su impulso y deciden pasar de la venganza. Ojalá fuera tan fácil en el mundo de los adultos! Qué bien iría el mundo entonces!
Hoy me sorprendió la pequeña revoltosa (son los que más me gustan), después de llamar la atención de mil formas diferentes (hay qué ver qué creatividad tiene la niña!), tuve que sacarla y hablar con ella fuera de la clase, como le encanta hacer pulsos, me dio la espalda, cerraba los ojos mientras le hablaba... Le dije que volvería en 5 minutos y que fuera pensando en todo lo que había hecho hoy y lo que había interrumpido a sus compañeros (pegándoles, chillándoles...) y que cuando volviera si estaba decidida a pedir perdón podría entrar a la clase y seguiría jugando. Pasados cinco minutos la fuí a ver, pero dijo "he pensado que no voy a pedir perdón", le dije que entonces debía seguir pensando y que de aquí a cinco minutos más vendría. Así que, pasados los cinco minutos volví y le dije si había pensado y me contestó "sí y sí quiero pedir perdón" y yo le dije, "pero por qué quieres pedir perdón?" y me respondió "por las molestias a mis compañeros" (es monísima) y le dije que me parecía muy bien su decisión y nos abrazamos. Le dije que debía pedirles perdón a todos sus compañeros cuando entrara a la clase y podría seguir jugando sin comportarse como antes, ella aceptó. Así que pidió perdón delante de toda la clase, se sentó y siguió jugando tranquilamente (alucinante!).
Y también el pequeño llegado de Moscú, todavía no tiene lenguaje castellano o catalán para expresarse, pero es una bomba de ruidos y toques físicos. Siempre anda desconcertado porque no entiende qué pasa, está desorientado. Va a su rollo, si la clase calla, él canta. Si todos se sientan, él sigue dando vueltas. Hoy también me sorprendió él. Estábamos recogiendo la case de psicomotricidad y me trajo un cubo, le dije "gràcies" y me contestó "de res", le sonreí y le dije "molt bé". Me siguió trayendo un montón de cubos más y a cada uno, se repetía la misma secuencia. Estuvo encantador. Luego nos sentamos todos en el suelo y mientras se sentaban, la revoltosa iba dando brincos por los bancos y sin ponerse los zapatos para llamar la atención. Y él iba balanceándose sentado y haciendo ruiditos, lo miré, le hice la señal de silencio y cruzar los brazos. Él me imitó y cruzó los brazos, se quedó tranquilo. Al levantarse unos compañeros para ayudar a recoger los disfraces, él se levantó (aunque no se le había dicho), y ayudó a recoger a sus compañeros. Ya en clase, jugamos a plastelina, después de montar sus figuras, las destruía y chillaba (se frustraba), creo que todavía no entiende el concepto destrucción-construcción. Asustó al niño africano a su lado y eso que es siempre muy echao' pa'lante. Así continuó todo el rato, hasta que cogí una figura de plastelina, la puse de pie y luego la tiré, así lo hice varias veces. Parece que empezó a entender que si se caía, se podía volver a poner de pie y empezó a no chillar. Al final, fue el último en recoger la plastelina. 

Son un encanto, alucinantes.
Gemma Ruiz.

Mateo 18: 1-6, 14. En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos. Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe. Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar. [...] Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños.